Más modestia, Presidente, que le sobran razones
Por Pablo Hiriart
En su columna de El Financiero, 28 de octubre, Pablo Hiriart trata el dramático asunto de la migración de nuestros connacionales hacia los Estados Unidos, que cuestiona la errada política económico social del presidente López Obrador. Por su valiosa disertación, transcribimos sus ideas en este espacio.
La oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) dio a conocer que 655 mil 594 mexicanos fueron apresados al cruzar ilegalmente la frontera en el año fiscal que cerró el 30 de septiembre. Nunca, desde que hay estadísticas (1960), se había llegado a esa cifra. A la que debe sumarse la de los mexicanos que sí logran pasar al país vecino.
Afirma Hiriart, que de acuerdo con la CBP, el principal motivo de este tremendo aumento de ilegales que cruzan la frontera es la pobreza extrema. Mientras más de 655 mil mexicanos son detenidos, en un solo año, fuera de su patria, abandonan a su familia y arriesgan la vida; el presidente se solaza en el autoelogio y habla ante un país imaginario. Pero la realidad del país es otra y obliga a esta migración galopante:
- Desdén por el Estado de Derecho, que inhibe la inversión.
- Pérdida de más de un millón trescientos empleos en septiembre y agosto, según reporte del INEGI.
- Una mortandad real del Covid entre 600 mil y 900 mil mexicanos.
- Ataques a la iniciativa privada, sostén de la economía.
- Desabasto de medicamentos que antes había y ahora no.
- Miles de niños sin acceso a tratamientos contra el cáncer.
- Mafias asesinas empoderadas que golpean a la economía.
Ante esta herida que sangra por la frontera México– Estados Unidos, el presidente de los desplazados afirma que México es ejemplo mundial y da lecciones de política social. Descalifica al Fondo Monetario Internacional, porque sus lineamientos económicos generan pobreza. Reprende a la Organización Mundial de la Salud. Aconseja a Biden en cómo disminuir la migración centroamericana.
El país es víctima del frenesí destructivo del Presidente, quien debería sonrojarse, soltar el micrófono, serenarse y dejar de romper los cristales de la nación.
Más modestia, Presidente, que le sobran motivos.
Y un poco de empatía con los que sufren los estragos de su extravío en la máxima responsabilidad de la nación.